El Ombligo del Limbo, Antonin Artaud

 

EL OMBLIGO DEL LIMBO

Antonin Artaud

 

 

Allí donde otros no proponen sino obras yo no pretendo ninguna otra cosa sino mostrar mi espíritu.

La vida es arder en preguntas.

No puedo concebir la obra como algo separado de la vida.

No me gusta la creación separada. De la misma manera no puedo concebir el espíritu como algo separado de ella. Cada una de mis obras, cada uno de mis planes sobre mí, cada una de las florituras glaciales de mi alma interior chorrean sobre mí mismo.

Me encuentro más a mi mismo en una carta para explicar el encogimiento íntimo de mi ser y la castración insensata de mi vida, que no en un ensayo exterior sobre mí, lo que se me aparece con una gran indiferencia hacia mi espíritu.

Me preocupa que el Espíritu no se encuentre en la vida y que la vida no tenga Espíritu, me preocupo por el Espíritu-órgano, por el Espíritu-traducción, o por el Espíritu-que-intimida-a-las-cosas para que tengan Espíritu.

Pongo este libro en suspensión en mi vida, por que quiero que sea corroído por las cosas exteriores, y sobre todo por los sobresaltos de cizallas, todas las ‘cizallaciones’ de mi yo que venga.

Todas estas paginas se arrastran como hielos en el espíritu. Perdonad mi libertad absoluta. Me niego a diferenciar entre ninguno de los minutos de mi mismo. No reconozco a mi espíritu dentro de ningún trazado.

Hay que acabar con el Espíritu así como con la literatura. He dicho que el Espíritu y la vida se comunican en todos los grados. Quiero hacer un libro que desordene los hombres, que sea como una puerta abierta y que les haga entrar allí donde no habrían consentido ir jamás, una puerta que simplemente este conectada con la realidad.

Y esto no es más que un prefacio a un libro, del cual los poemas, por ejemplo, le jalonaran y desligaran de todas sus rabias del ‘mal-ser’.

Esto no es sino un hielo mal tragado.

 

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Un gran fervor pensante y sobrepoblado llenaba a mi yo como un abismo pleno. Un viento carnal y resonante soplaba, y el azufre mismo era denso. Y las raicillas ínfimas poblaban ese viento como una red de venas, y su entrecruzamiento me irradiaba. El espacio era mesurable y rechinante, pero sin forma penetrable. En el centro había un mosaico de estallidos, una especie de duro martillo cósmico de una pesantez desfigurado, que retumbaba sin cesar como el frontón de un espacio, pero con un ruido como destilado. Y el envoltorio algodonado del ruido tenía la instancia obtusa y la penetración de una mirada viva. Sí, el espacio reflejaba su pleno algodón mental donde ningún pensamiento aún estaba limpio ni restituía su descarga de objetos. Pero, poco a poco, la masa se volvió como una nausea luminosa y potente, una especie de influjo de sangre vegetal y tonante. Y las raicillas que temblaban al borde de mi ojo mental se desprendieron con una rapidez de vértigo de la masa crispada del viento. Y todo el espacio tembló como un sexo que el globo del cielo ardiente sacudía. Y algo como el pico de una paloma real agujereo la masa confusa de estados, todo el pensamiento profundo en ese momento se estratificó, se resolvió, deviniendo transparente y reducido.

Y nos faltaba ahora una mano que se convirtiese en el órgano mismo del saber. Y dos o tres veces más la masa aun entera y vegetal se volvió, y cada vez mi ojo se colocaba en una posición mas precisa. La obscuridad misma se iba convirtiendo profusa y sin objeto. El gel entero ganó a la claridad.

 

 

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Conmigo dios-el-perro, y su lengua

que como un rasgo penetra la corteza

de la doble capa en bóveda

de la tierra que le pica.

 

He aquí el triángulo de agua

que anda un paso de chinche,

pero que bajo la chinche en el brasero

se resuelve en el corte de un cuchillo.

 

Bajo los senos de una tierra repugnante

dios-el-perro se ha retirado,

de senos de tierra y de agua helada

que pudren la lengua cavada.

 

Y ahí esta la virgen del martillo,

para moler los sótanos de tierra

de donde el cráneo del perro estelar

sube al horrible nivel.

 

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Doctor,

 

Hay un punto sobre el cual me gustaría haber insistido: es sobre la importancia de las cosas que usa para sus inyecciones; esa especie de relajamiento esencial de mi ser, ese descenso de mi estiaje mental, que no significa como se podría pensar una disminución cualquiera de mi moralidad (de mi alma moral) o de mi inteligencia, o, si así lo queremos, de mi intelectualidad usable, de mis posibilidades pensantes, y que tiene que ver sobre todo con el sentimiento que me hago de mi mismo que con lo que muestro a los demás.

Esa cristalización sorda y multiforme del pensamiento, quien elige en un momento dado su forma. Hay una cristalización inmediata y directa del yo por medio de todas las formas posibles, de todos los modos del pensamiento.

Y ahora, señor doctor, que sabéis bien lo que se puede esperar de mi (y curar con las drogas), en el punto litúrgico de mi vida, espero que sepáis darme la cantidad de lucidos sutiles, de agentes especiales, de morfina mental, capaces de complacer mi descenso, de equilibrar aquello que se cae, de reunir lo que se ha separado, de recomponer aquello que se ha derrumbado.

Mi pensamiento os saluda.

 

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             PAOLO LOS PÁJAROS O EL LUGAR DEL AMOR

 

Paolo Uccello está a punto de debatir por medio de un vasto tejido mental donde ha perdido todos sus caminos de su alma hasta la forma y la suspensión de su realidad.

Deja tu lengua, Paolo Uccello, deja tu lengua, mi lengua, mi lengua, mierda, quién habla? Dónde estas? Aparte, aparte, Espíritu, Espíritu, fuego, lenguas de fuego, fuego, fuego, come tu lengua, viejo perro, come su lengua, come, etc. Me arranco mi lengua.

SÍ.

Mientras tanto Brunelleschi y Donatello se desgarran como los condenados. El punto pesante y sospesado del litigio es después de todo Paolo Uccello, pero esta en otro plano que ellos.

También esta Antonin Artaud. Pero un Antonin Artaud en fiebres, y al otro lado de todos los vasos mentales, y quien hace todos sus esfuerzos para pensarse en otra parte que esta (en case de André Masson por ejemplo quien tiene todo lo físico de Paolo Uccello, un físico estratificado de insecto o de idiota, y tomado como una mosca dentro de la pintura, dentro de su pintura que es por otro lado-vista estratificado).

Y además es a él (Antonin Artaud) en quien piensa Uccello, pero cuando piensa en él ya no es verdaderamente él, etc., etc. El fuego donde los hielos se maceran se traduce en una bella tela.

 

Se trata de un problema que se planteó en el espíritu de Antonin Artaud, pero Antonin Artaud no tiene necesidad del problema, ya esta lo suficientemente jodido con su propio pensamiento, y entre otros hechos esta el de encontrarse a si mismo, y descubierto un pésimo actor, por ejemplo, ayer, en el cine, en Surcouf, sin que aun esa larva de Pequeño Pablo se coma su lengua.

El teatro ha sido construido y pensado por él. Ha rellenado un poco por todos lados las arcadas y los planes sobre los cuales todos sus personajes de esfuercen como perros.

Hay un plan para Paolo Uccello, y un plan para Brunelleschi y Donatello, y un pequeño plan para Selvaggia, la mujer de Paolo.

Dos, tres, diez problemas se entrecruzan de un solo golpe en zigzags de sus lenguas espirituales y de todos los desplazamientos planetarios de sus planes.

 

En el momento en que se levanta el telón, Selvaggia está a punto de morir.

Paolo Uccello entra y le pregunta cómo va. La pregunta tiene la intención de exasperar a Brunelleschi quién desgarra la atmosfera únicamente mental del drama de un puño material y tendido.

 

BRUNELLESCHI. – Cerdo, loco.

PAOLO UCCELLO, estornudando tres veces. – Imbécil.

 

Pero antes describamos los personajes. Démosles forma física, una voz, un atavío.

Pablo los Pájaros tiene una voz imperceptible, un quehacer de insecto, una ropa demasiado grande para él.

Brunelleschi, él, tiene una voz verdaderamente teatral, sonora y bien clara. Tiene un parecido a Dante.

Donatello esta entre los dos: San Francisco de Asís delante los Estigmas.

La escena pasa en tres planos.

Ni falta hace de deciros que Brunelleschi esta enamorado de la mujer de Pablo los Pájaros. Le reprocha entre otras cosas el dejarla morir de hambre. Es que morimos de hambre en el Espíritu?

Porque nosotros somos únicamente en el Espíritu.

El drama esta sobre muchos planos y tiene muchas caras, consiste en la estúpida cuestión de saber si Paolo Uccello acabara por granjearse suficiente piedad humana para darle de comer a Selvaggia, para saber cual de los tres o cuatro personajes estará mas tiempo dentro de su guion.

Porque Paolo Uccello representa el Espíritu, no precisamente puro, sino separado.

Donatello es el Espíritu sobreelevado. Ya no mira más la tierra, pero aun se sujeta a ella por los pies.

Brunelleschi, él, esta completamente arraigado en la tierra, y es terrenal y sexualmente que desea a Selvaggia. No piensa en nada más que no sea follar.

Paolo Uccello no ignora sin embargo la sexualidad, pero la ve acristalada y mercuriana, y fría como el éter.

En cuanto a Donatello, ha dejado de lamentarse.

Paolo Uccello no tiene nada dentro de su ropa. No hay sino un puente donde había su corazón.

Hay a los pies de Selvaggia una hierba que no debería estar ahí.

 

De repente Brunelleschi siente que se le hincha la cola, se convierte enorme. No puede retenerla y sale volando un gran pájaro blanco, como el esperma que se enrosca girando en el aire.

 

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Querido Señor,

 

No cree que ahora sería el momento de intentar que el Cine se junta con la realidad intima del cerebro. Os comunico algunos extractos de un escenario que me gustaría mucho al que le dierais acogida. veréis que su guion mental, su concepción interior le da un lugar en el lenguaje escrito. Y paraque la transición sea menos brusca, lo hago preceder de dos ensayos que se inclinan más y más, - quiero decir, a medida que se desarrollan, - se distribuyen en imágenes cada vez menos desinteresadas.

Este escenario este inspirado, aunque un poco de lejos, por un libro ciertamente envenenado, usado, pero al final me encuentro plenamente agradecido de que me haya hecho encontrar esas imágenes. Y como yo no cuento historia alguna sino que simplemente desgrano imágenes, no podéis pretender que yo no quiera sino proponer algún fragmento. Ya os doy al principio para vuestra disposición dos o tres paginas donde intento dar pie al surrealismo, para que encuentre su alma, que expire su maravillosa bilis, del que podemos hacer preceder todo, y que os enviare, si lo queréis, próximamente.

Agradecido, etc.

 

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DESCRIPCIÓN DE UN ESTADO PSÍQUICO

 

una sensación de quemadura acide en los miembros,

músculos retorcidos como si estuvieran vivos, un sentimiento de ser de vidrio y rompible, un miedo,  una retracción frente al movimiento, y al ruido. Un desarraigo inconsciente del andar, de los gestos, de los movimientos. Una voluntad perpetuamente tendida por los gestos simples,

la renuncia al gesto simple,

una fatiga imponente y central, una especia de fatiga aspirante. Los movimientos para recomponerse, una especie de fatiga de muerte, de la fatiga de espíritu para una aplicación de la tensión muscular más simple, el gesto de tomar, de colgarse inconscientemente de cualquier cosa,

de sostenerse por una voluntad aplicada.

Una fatiga del comienzo del mundo, la sensación de su cuerpo al ser llevado, un sentimiento de fragilidad increíble, y que deviene un dolor demoledor,

un estado de engrandecimiento doloroso, una especie de engrandecimiento localizado en la piel que no permite ningún movimiento pero que cambia el sentimiento interno de un miembro, y da a la simple postura vertical el precio de una esforzada victoria.

Localizado probablemente en la piel, pero sentido como la supresión radical de un miembro, y que no presenta al cerebro sino imágenes de miembros filiformes y algodonados, imágenes de miembros lejanos y lejos de su sitio. Una especie de ruptura interna de la correspondencia de los nervios.

Un vértigo móvil, una especie de deslumbramiento oblicuo que acompaña todo esfuerzo, una coagulación de calor que ciñe todo el entendimiento del cráneo donde se corta por partes, placas de calor que se desplazan.

Una exacerbación dolorosa del cráneo, una cortante presión de los nervios, la nuca encarnada a sufrir, tiempos que se cristalizan o se marmolizan, una cabeza pisoteada de caballo.

Habría que hablar ahora de la descorporización de la realidad, de esta especie de ruptura aplicada, que diríamos, de su mutilación de sí misma entre las cosas y el sentimiento que producen sobre nuestro espíritu, el sitio en deben tomar.

Esta clasificación instantánea de las cosas en las células del espíritu, no según su orden lógico, sino en su orden sentimental, afectivo

(que ya no se da):

las cosas no tienen pudor, no tienen sexo. Pero su orden lógico si es roto alguna vez a causa justamente de su manca de punzada afectiva. Las palabras podrían hacer una llamada al inconsciente del cerebro, todas las palabras sin que importase cual operación mental, y sobre todo aquellas que tocan los resortes más habituales, los más activos del espíritu.

 

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Un vientre fin. Un vientre fijado en polvo como una imagen. Al pie del vientre, una granada estalla.

La granada despliega una circulación escamosa que sube como las lenguas de fuego, de fuego frio.

La circulación toma el vientre y le da la vuelta. Pero el vientre no gira.

Son sus venas de sangre vinosa, de sangre mezclada de azafrán y de azufre, pero de un azufre edulcorado en agua.

Debajo del vientre son vivibles sus sienes. Y mas arriba, y mas en profundidad, hay un cono que da al sol. Y todo el aire es como una música helada, pero vasta, profunda música, bien construida en secreto, y llena de ramificaciones congeladas.

Y todo esto, construido en columnas, es una especie de pinceladas de arquitecto que se regodea el vientre con la realidad.

El lienzo es hueco y estratificado. La pintura esta bien encerrada en el lienzo. Es como un circulo encerrado, una suerte de abismo que gira, y se desdobla por la mitad. Es como un espíritu que se ve y se ahueca, se templa y trabaja sin cesar por las manos tensas del espíritu. Pero, el espíritu siembra su fosforo.

El espíritu esta seguro. Tiene al menos un pie en el mundo. La granada, el vientre, las sienes son como pruebas atestiguadoras de la realidad. Hay un pájaro muerto, hay frondosidades de columnas. El aire es pleno de golpes de lápiz como si fueran de cuchillo, como estrías de una uña mágica. El aire está suficientemente revuelto.

Y así se dispone en células donde crece un grano de irrealidad. Las células se rompen cada una en su sitio, en abanico,

alrededor del vientre, frente al sol, bajo el pájaro, y alrededor de esta circulación de agua sufriente.

Pero el arquitecto es indiferente de las células, sustentan sin hablar.

Cada célula lleva un huevo o reluce un germen? En cada célula nace un huevo de golpe. Hay en cada una un hormigueo inhumano pero claro, las estratificaciones del universo se detienen.

Cada célula lleva su huevo y nosotros nos los antojamos; pero poco le importa al huevo ser elegido o repuesto.

Todas las células no llevan huevo. En algunas nace una espira. Y en el aire pende una espira más grande, pero como sufre ya aun por el fosforo y el envolvimiento de irrealidad. Y esta espira tiene toda la importancia del pensamiento más potente.

El vientre evoca la cirugía y la Morgue, el astillero, la plaza publica y la mesa de operaciones. El cuerpo del vientre parece hecho de granito, o de mármol, o de yeso purificado. Hay una caja para una montaña. La espuma del cielo se cierna translucida y fresca en la montaña. EL aire alrededor de la montaña es sonoro, piadoso, legendario, prohibido. El acceso a la montaña esta prohibido. La montaña ya tiene su sitio en el alma. Es el horizonte de un algo que re recluye sin cesar. Da la sensación de un horizonte eterno.

Y yo he descrito esta pintura con lágrimas, pues esta pintura me toca el corazón. Siento como si mi pensamiento se posara como en un espacio ideal, absoluto, pero un espacio que tuviera una forma intraducible en la realidad. Caigo del cielo.

Y cada una de mis fibras se entreabre y descubren su lugar en las cajas determinadas. Me remonto a mi fuente, siento el sitio y la disposición de mi espíritu. Aquel que pinta este cuadre es el pintor mas grande del mundo. A André Masson, a él le corresponde.

 

[Inspirado en el cuadro Hombre, de André Masson]

 

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POETA NEGRO

 

Poeta negro, un seno de doncella

te persigue,

poeta amargado, la vida extrema

y la ciudad quema,

y el cielo se reabsorbe en lluvia,

tu pluma grata el corazón de la vida.

 

Boque, bosque, los ojos hormiguean

sobre los piñones multiplicados;

cabellos de tormenta, los poetas

se lo montan sobre caballos, los muy perros.

 

Los ojos se enojan, las lenguas de vuelven,

el cielo afluye en las fosas nasales

como una leche amamantadora y azul;

soy suspendido en vuestras bocas

femeninas, duros corazones de vinagre.

 

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CARTA AL SEÑOR LEGISLADOR DE LA LEY SOBRE LOS ESTUPEFACIENTES

 

Señor legislador,

 

Señor legislador de la ley de 1916, adornamiento del decreto de julio de 1917 sobre los estupefacientes, eres un estúpido.

Tu ley no sirve sino para molestar a la farmacia mundial sin provecho para el estiaje toxicómano de la nación

porque

1º El número de toxicómanos que se aprovisionan en las farmacias es ínfimo;

2º Los verdaderos toxicómanos no se aprovisionan en las farmacias;

3º Los toxicómanos que se aprovisionan en las farmacias son todos enfermos;

4º El número de toxicómanos enfermos es ínfimo comparado con el de los toxicómanos voluptuosos;

5º Las restricciones farmacéuticas de la droga no generaron jamás los toxicómanos voluptuosos y organizados;

6º Siempre habrá fraudes;

7º Siempre habrá toxicómanos por vicio de forma, por pasión;

8º Los toxicómanos enfermos tienen con la sociedad un derecho imprescindible, que es aquel por el que les dejen en paz.

Es ante todo una cuestión de consciencia.

La ley sobre los estupefacientes pone entre las manos del inspector-usurpador de la sanidad pública el derecho de disponer del dolor de los hombres; es una pretensión singular de la medicina moderna eso de querer dictar sus derechos a la consciencia de cada uno. Todos los balidos de la cartilla oficial no tienen poder alguno contra este hecho de consciencia: a saber, que, aun más que de la muerte, soy dueño de mi dolor. Todo hombre es juzgado, y exclusivamente juzgado, según la cantidad de dolor físico, o por la vacuidad mental que pueda aguantar honestamente.

Lucidez o no-lucidez, hay una lucidez que ninguna enfermedad se podrá llevar de mí, aquella que me dicta el sentimiento de mi vida psíquica[1]. Y si he perdido mi lucidez, la medicina no puede sino hacer una sola cosa, y es darme las sustancias que me permiten recobrar el uso de dicha lucidez.

Señores dictadores de la escuela farmacéutica de Francia, sois unos tarugos recortados: hay una cosa que deberíais medir mejor; que el opio es aquella imprescindible e imperiosa sustancia que permite regresar a la vida el alma de aquel a quien que tiene la desdicha de haberla perdido.

Hay un mal contra el que el opio es soberano y ese mal se llama Angustia, en su forma mental, medical, psicológica, lógica o farmacéutica, como queráis.

La Angustia que hace a los locos.

La Angustia que hace a los suicidas.

La Angustia que hace a los condenados.

La Angustia que la medicina no conoce.

La Angustia que vuestro doctor no entiende.

La Angustia que perjudica la vida.

La Angustia que pellizca el cordón umbilical de la vida.

Por vuestra injusta ley poneis en manos de gente con las cuales no tengo ni un ápice de confianza, tontos en medicina, farmacéuticos del fumar, jueces en mal hacer, doctores, sabias mujeres, inspectores-doctores, el derecho de disponer de mi angustia, de una angustia que en mi es tan fina como las agujas de todas las brújulas del infierno.

Temblores del cuerpo o del alma, ¡No existe sismógrafo humano que pueda plantearse ver la evaluación de mi dolor de una forma tan precisa, que aquella, fulminante, que mi espíritu!

Toda la azarosa ciencia de los hombres no es para nada superior al conocimiento inmediato que yo pueda tener de mi ser. Soy el único juez de aquello que hay en mí.

Volved a vuestros áticos, chinches médicos, y tu también, Señor legislados Moutonnier, no es por el amor a los hombres que deliras, es por tradición de imbecilidad. Tu ignorancia de aquello que es un hombre no es comparable con la estupidez que te limita. Deseo que tu ley retumbe sobre tu padre, tu madre, tu mujer, tus hijos, y toda tu posteridad. Y ahora avala tu ley.

 

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Los poetas levantan las manos

o tiemblan por el viviente acido,

sobre las tablas del ídolo cielo

arbotante, y el sexo termina

 

templado en una lengua de hielo

dentro de cada agujero, dentro de cada lugar

que el cielo deja por avanzado.

 

La tierra esta toda llena también de almas

y de mujeres de alegre sexo

del que los cadáveres todos pequeños

desmariposean sus momias.

 

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Hay una angustia acida y turbulenta, tan potente como un cuchillo, que descuartiza los pies de la tierra, una angustia relampagueante, que agujerea los abismos, ajustados y apurados como chinches, como una especie de dura escoria del que todos los movimientos son fijos, una angustia donde el espíritu se estrangula y se golpea a sí mismo,- se mata.

No consume nada que no le pertenezca, nace de su propia asfixia.

Es una congelación de la medula, una ausencia de fuego mental, una falta de circulación de la vida.

Pero la angustia opiática tiene otro color, no tiene esa pendiente metafísica, ese maravilloso acento imperfecto. Me la imagino llena de ecos, y de cuevas, de laberintos, de regresos; llena de lenguas de fuego parlantes, de ojos mentales en acción y de chasquidos de un rayo sombrío y relleno de razón.

Pero entonces imagino el alma bien centrada, y por fin tiene infinitas divisibilidades, y se transporta como algo que es.  Imagina el alma sintiente y que a la vez lucha y consiente, y hace volver todo sentido y sus lenguas, multiplica sus sexos, - y se mata.

Hace falta conocer la verdadera nada afilada, la nada que ya no tiene órganos. La nada del opio tiene en si una forma como la de una frente que piensa, que se ha colocado en el sitio de un orificio negro.

Hablo de la ausencia de orificio, de una suerte de sufrir fio y sin imágenes, sin sentimiento, que es como un choque indescriptible de abortos.

 

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EL CHORRO DE SANGRE

 

HOMBRE JOVEN. – Te amo y todo es bello.

 

MUJER JOVEN,  con un tremolo intensificado en la voz. – Tú me amas y todo es bello.

 

HOMBRE JOVEN, en un tono más bajo. – Te amo y todo es bello.

 

MUJER JOVEN, en un tono aun más bajo que él. – Tú me amas y todo es bello.

 

HOMBRE JOVEN, dejándola bruscamente. – Te amo.

 

Un silencio.

 

Ponte delante de mí.

 

MUJER JOVEN, se pone delante de él. – Aquí me tienes.

 

HOMBRE JOVEN, en un tono exaltado, hiperagudo. – Te amo, soy grande, soy claro, soy pleno, soy denso.

 

MUJERO JOVEN, en el mismo tono hiperagudo. – Nos amamos.

HOMBRE JOVEN. – Somos intensos. Ah el mundo está bien establecido.

 

Un silencio. Oímos como el intenso ruido de un rugido que revuelve y se lleva el viento. Un huracán los separa a los dos.

En ese momento, vemos dos astros que se entrechocan y una serie de piernas de sillas vivientes que caen con los pies, las manos, los cabellos, las máscaras, las columnas, los pórticos, los templos, los alambiques, que caen, pero cada vez más lentamente, como si cayeran en el vacío, y después tres escorpiones un detrás del otro, y al final una rana, y un escarabajo que se posa con una lentitud desesperante, una lentitud que hace vomitar.

 

HOMBRE JOVEN, gritando con todas sus fuerzas. – El cielo se ha vuelto loco.

 

Mira al cielo.

 

Salgamos corriendo.

 

Pone a la mujer joven delante de él.

Y entra un caballero medieval con una armadura enorme, seguido de una niñera quien da tientos en su tórax a dos manos, y respira profundamente a causa de sus sienes demasiado hinchadas.

 

CABALLERO. – Deja ya tus mamellas. Dame mis papeles.

 

NIÑERA, gritando agudamente. – ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah!

 

CABALLERO. – Mierda, ¿qué te pasa?

 

NIÑERA. – Nuestra hija, ahí, con él.

 

CABALLERO. – No hay ninguna chica, ¡cállate!

 

NIÑERA. – Te digo que están follando.

 

CABALLERO. – Que parte de que estén follando crees que me interesa.

 

NIÑERA. – Incesto.

 

CABALLERO. – Matrona.

 

NIÑERA, hundiendo las manos al fondo de sus bolsillos aun mas grandes que sus sienes. – Aguanta.

 

Le lanza sus papeles.

 

CABALLERO. – Foto, déjame comer.

 

La niñera se enfada.

Entonces se levanta, y de cada trozo de papel saca una enorme serie de queso gruyere.

De repente estornuda y se estrangula.

 

CABALLERO, con la boca llena. – Ehp. Ehp. Muéstrame tus sienes. Muéstrame tus sienes. ¿A dónde se fue?

 

Sale corriendo.

Vuelve el hombre joven.

 

HOMBRE JOVEN. – He visto, sé, he comprendido. Aquí la plaza pública, aquí el cura, el zapatero, las cuatro estaciones, el umbral de la iglesia, la linterna del burdel, las balanzas de la justicia. ¡Ya no puedo más!

 

Un cura, un zapatero, un sacristán, una prostituta, un juez, un comerciante de las cuatro estaciones llegan sobre la escena como sombras.

 

HOMBRE JOVEN. – La he perdido, devolvédmela.

 

TODOS, en un tono diferente. – Quien, quien, quien, quien.

 

HOMBRE JOVEN. – Mi mujer.

 

SACRISTÁN, muy sacristán. – ¡Vuestra mujer, psuif, farsante!

 

HOMBRE JOVEN. - ¡Farsante! ¡A lo mejor tú!

 

SACRISTÁN, tocándose la frente. – A lo mejor es verdad.

 

Sale corriendo.

El cura se separa del grupo a su ritmo y pasa su brazo alrededor del cuello del hombre joven.

 

CURA, como en un confesionario. - ¿A que parte del su cuerpo soléis hacer más mención?

 

HOMBRE JOVEN. – A Dios.

 

El cura, descontentado por la respuesta, toma de repente un acento suizo.

 

CURA, con acento suizo. – Pero eso ya no se hace. No lo oímos mas por esta oreja. Hay que pedir eso a los volcanes, a los temblores de tierra. Nosotros, en los confesionarios, nos alimentamos de las pequeñas suciedades del hombre. Y he aquí todo, así es la vida.

 

HOMBRE, muy chocado. – ¡Ah vaya! ¡Así es la vida! Pues bien, largaos.

 

CURA, siempre con acento suizo. – Pues sí.

 

En ese instante la noche entra de golpe en el escenario. La tierra tiembla. El trueno enfurece, con rayos que zigzaguean en todas direcciones, y en ellos vemos todos los personajes que se ponen a correr, y se abrazan los unos a los otros, caen al suelo, se revuelven y vuelven a correr como locos.

En un momento dado una mano enorme toma del pelo a la prostituta que se envuelve en llamas y engrandece a la vista.

 

UNA VOZ GIGANTESCA. – ¡Perra, mira tu cuerpo!

 

El cuerpo de la prostituta aparece desnudo y espantoso bajo la blusa y la falda se vuelve como cristal.

 

PROSTITUTA. – Déjame, Dios.

 

Muerde a Dios en la muñeca. Un inmenso chorro de sangre lacera la escena, y vemos en un chorro aun mas grande que los otros y el cura hacen el símbolo de la cruz.

Cuando vuelve la luz, todos los personajes han muerto y sus cadáveres yacen por todo el suelo. Solo quedan el hombre joven y la prostituta, quienes se comen los ojos.

La prostituta cae en el brazo del joven hombre.

 

PROSTITUTA, en un suspiro a la vez que como en un espasmo amoroso. – Cuéntame cómo has terminado aquí.

 

El hombre joven esconde su cabeza en sus manos.

La niñera vuelve con la mujer joven bajo sus brazos como un paquete. La mujer joven esta muerta. Ella la deja caer al suelo donde se destroza y se convierte como en una torta.

En ese momento desemboca el caballero quien se lanza sobre la niñera, y la sacude vehemente.

 

CABALLERO, con una voz horrible. - ¿Dónde los has metido? Dame mi gruyere.

 

NIÑERA, gallardamente. – Aquí tienes.

 

Levanta sus ropas.

El hombre joven quiere correr, pero se queda fijo como una marioneta petrificada.

 

HOMBRE JOVEN, como suspendido en el aire y con voz de un ventrílocuo. – No hagas daño a mama.

 

CABALLERO. – Maldito.

 

Se vela la cara del horror.

Entonces una multitud de escorpiones sale de debajo de la ropa de la niñera y se ponen a pulular en su sexo que se hincha y se rompe, convirtiéndose cristalino, y brilla como un espejo en el sol.

El hombre joven y la prostituta huyen como lianas.

 

MUJER JOVEN, volviéndose deslumbrante. – ¡La virgen! Ah, esto era lo que buscaba.

 


Telón.



[1] Soy consciente de que existen graves problemas de personalidad, y que pueden llevar a la consciencia a la perdida misma de su individualidad: la consciencia permanece intacta pero sin reconocerse más como perteneciente a sí misma (y sin reconocerse en ningún grado).

Hay problemas menos graves, o por decirlo mejor menos esenciales, pero mucho mas dolorosos y mas importantes para la persona, y de alguna manera más ruinosos para la vitalidad, que es cuando la consciencia se apropia, se reconoce verdaderamente como poseedora de toda una serie de fenómenos de dislocaciones y de disoluciones de sus fuerzas por las cuales se destruye su materialidad.

Es a esto a lo que hago alusión.

Pero se trata de saber si la vida es menos llena por una descorporización del pensamiento con la conservación de una parcela de la consciencia, que por la proyección de esta consciencia en una alteridad indefinible con una estricta conservación del pensamiento. No se trata sin embargo de que este pensamiento juegue en falso, que desrazona, se trata de que se produzca, que lance fuegos, aunque sean locos. Se trata de que exista. Y pretendo, entre otros, que no tengo pensamiento.

Pero esto hace reír mis amigos.

Y sin embargo!

Pues yo no llamo tener pensamientos, diría más bien pensar. Tener pensamientos, para mí, es mantener su pensamiento, estar en un estado de manifestarse a sí mismo y que pueda responder a todas las circunstancias del sentir y de la vida. Pero principalmente del responderse a si mismo.

Puesto que aquí yace este indefinible y problemático fenómeno que intento hacer entender desesperadamente a todo el mundo y particularmente a mis amigos (o mejor, a mis enemigos, a aquellos que me toman por la sombre de que me siento ser; - y que no se lo piensan bien, dos veces sombras, a causa de ellos y a causa de mi).

Nunca he visto a mis amigos como a mí, la lengua colgando, y el espíritu horriblemente detenido. Si, mi pensamiento se conoce y se desespera de tener que esperarse a si mismo. Se conoce, quiero decir que se sospecha; y en todo caso no se siente para nada. – Hablo de la vida psíquica, la vida sustancial del pensamiento (y es aquí donde inicialmente me uno con mi sujeto), hablo de ese mínimo de la vida pensante y del estado en bruto, - no llega sino a las palabras, pero es capaz al fin de llegar,- y sin la cual el alma no puede vivir, y la vida es entonces como si ya no fuera más. – Aquellos que se quejan de las insuficiencias del pensamiento humano y de su propia impotencia a satisfacer aquello que llaman su pensamiento, confunden y meten en un mismo plano erróneo los estados perfectamente diferenciados del pensamiento y la forma, del cual el mas bajo no es sino la palabra puesto que el más alto es aún el espíritu.

Si tuviera aquello que se que es mi pensamiento, Hubiera tal vez escrito El ombligo del Limbo, pero lo hubiera escrito de una forma u otra. Me dicen que pienso porque jamás no he cesado del todo a hacerme pensar que, a pesar de todo, mi espíritu se mantiene a un cierto nivel y que dado un tiempo de prueba de su existencia, no quieren reconocer que son débiles y que pierden el interés. Pero pensar es para mí algo distinto de hacerse el muerto, es juntarse con todos los instantes, es no cesar en ningún momento de sentir en su ser interno, en la masa informada de su vida, el plano sustancial de su realidad es no sentir en si un agujero capital, absente de vitalidad, e sentir siempre su pensamiento igual a su pensamiento, aquellos que son iguales en principio a las insuficiencias de la forma de la cual no se es capaz de darle. Pero el pensamiento de mí mismo, al mismo tiempo que peca de debilidad, peca también de cantidad. Pienso siempre en una tasa inferior.

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