Definir, construir, dominar.

Definir, construir, dominar

 

La separación entre lo que es lugar y espacio es bien conocida. A pesar de que esta dicotomía nace en el ámbito geográfico, su extrapolación se puede enmarcar en un debate mucho mayor que involucra la cuestión acerca del estudio mismo. Mientras que el lugar es aquello percibe el individuo en sus carnes, el espacio es el concepto exterior a él y a la realidad factible misma. Eso no quiere decir que el lugar no sea un concepto, pues es también una idea; la idea que el mismo individuo forma. Esta idea tampoco es creada únicamente por la sensación empírica inmediata del individuo, sino que es condicionada a varios niveles por asunciones sociales, culturales y de orden estructural (como pueden ser políticos, económicos, filosóficos etc.). Pero que no sea una idea conformada únicamente por la sensación individual no quita que aquello que define primordialmente el lugar este basado por la emoción. Ahí es donde radica la diferencia entre ambos conceptos y lo que fundamenta verdaderamente la individualidad del lugar; que a pesar de que sea una visión fácilmente perceptible por cualquiera y que se tenga de ese lugar varias influencias compartidas, cada emoción sentida es única a un solo sujeto. El espacio, pero, es lo contrario en su fundamento. El espacio es la concepción científica, la abstracción y la computación. Nace de varias fuentes, de varias sensaciones, de varias emociones incluso, para terminar siendo algo buscado por su impersonalidad, su abstracción, su objetividad. Es la distinción unamuniana; la ciencia no es humana, huye de su emoción y de su individualidad, la negación misma del hombre.

 

Pero no nos detengamos en esta definición maniquea. Después de todo, el mismo Unamuno acepta las contradicciones, sean internas al hombre o externas. La ciencia nos sirve, a pesar de no ser nuestras, siempre que no sean absolutas; son un medio no un fin. Debemos comprender, sin embargo, una posible dicotomía mayor. El dilema de la inhumanidad de la ciencia no cesa con la explicación de su “poli-origen”, del asegurar que todo hombre es hombre por ser uno, como lo define Unamuno. Puesto que el hombre, desde siempre, ha sido descrito como aquello intermedio entre lo uno y lo múltiple, entre la nada y el todo. Aquello que es uno y todo a la vez nos es mas que conocido; la consciencia. La consciencia es un acto particular, por que en ejercerla, cada uno lo hace a su manera. La consciencia es única, algunos dicen que hasta irrebatable. Esta afirmación es, claramente, falsa. La consciencia es arrebatarle, por que no es única. La consciencia es universal por que todos la poseemos, más aún, por que todos podemos poseer el mismo contenido en su interior, los mismos elementos, las mismas ideas. Lo que configura su funcionamiento es como se interrelacionan estas ideas, los axiomas con los que opera la mente. Estos axiomas no son decididos por el individuo de forma interna, sino que se estructuran dependiendo de la cosmología de su sociedad, en cierto grado. Esta cosmología social ha sido malinterpretada, desde hace mucho tiempo, como el logos. El logos, el orden del discurso, es esta cosmología; es la definición de la realidad según las relaciones mentales que ordenan nuestra mente. Pero no hay que confundir ni los axiomas mentales ni la cosmología con un logos racional. La razón es la última incógnita de este mapa mental que estamos dibujando. Como la consciencia, como los axiomas mentales, es única a la vez que universal, pues se ejerce de ambas maneras. La razón es una lógica; es un aparato, una herramienta, que en ciertos contextos universales sirve para distinguir relaciones reales de concepciones o proposiciones falsas. Dicho esto, hay que recordad como a lo largo de la historia de la filosofía el poder de la razón ha ido limitándose a contextos mas y mas concretos. La razón ha tendido a confundirse con la verdad, y esta razón, a su vez, con el logos social.

Que tiene esto que ver con la distinción de la realidad espacial? Que nuestros conceptos de lugar y espacio están dentro de este logos. La dicotomía universal-particular, como hemos visto, no es una contradicción, sino dos aspectos diferentes. Lo particular se asoma, algunas veces, fuera del contexto universal. Pero aquí debemos volver a hablar de la universalidad, por que lo universal no es tan “universal” como se dice. Lo universal es lo social, y es universal en cuanto que concuerda con lo que comparta la comunidad en que se dice. Así lo particular, al asomarse fuera del orden social, encuentra otras particularidades que formas, a su vez, otra universalidad, que a veces se ha distinguido como una universalidad “natural”. Esta es la dicotomía más asentada dentro del logos social; cultura-natura. Y a pesar de que esta se pueda deconstruir a partir del esquema que hemos expuesto, no nos es necesario para presentar los conceptos de lugar y espacio, por lo que ya hemos dicho. El lugar no es lo acorde con lo natural, ni lo espacial con lo cultural, si no que ambos campos se mezclan en diferentes conceptos. Y sin embargo lo espacial depende enteramente de lo cultural. Puesto que la mayor mentira que se suele decir del orden social es que esta es la razón, es la verdad.

Definición y construcción. En esta secuencia opera lo cultural. El espacio prescinde de la natura. Aquí está la principal característica del orden social; para poder ser “orden” en lo múltiple (lo social”) debe dominar. Y este orden domina no solo lo social, que es en cierta medida “imaginado” sino lo “real”, y su proyección en lo social, a su vez. El orden social occidental, liberal, ha determinado sus relaciones de universal a universal (cultura y natura) de forma dominadora. No es exclusivo de la cultura, sino que es dominar o ser dominado. La natura nunca pierde su rasgo salvaje del que la cultura dice haber huido. En esto el particular, cuando existe dentro de lo social como su papel emocional alejado de la abstracción social, actúa como intermediario. El espacio domina, no de forma únicamente cultural, sino también natural. Los humanos no son los únicos que proyecta su dominio uniformado, el Antropoceno, a la realidad. Cada parte de la naturaleza actúa en su solipsismo parcial para dominar al resto. En esto el espacio no es un hecho cultural. Lo que distingue el espacio humano del espacio natural no es, entonces, el hecho de dominar. Los animales territoriales abundan, ya sean felinos o otros animales de caza, el espacio aéreo de las aves, zonas marítimas en las que actúa cada animal, incluso en las profundidades. Los vegetales a su vez tienen su propio espacio de dominación. Vemos aquí de nuevo como el orden social cree dominar todo el espacio por desechar lo que no necesita; el espacio de las plantas donde domina, el aire, las sales minerales que trepana con sus raíces, el sol, no son contemplados de primera por el orden social como algo que este domine. Incluso los seres inanimados tienen su propio espacio de dominación. Por mucho que se domine en los mapas las cimas más altas, los estratos de tierra, los movimientos tectónicos, los desprendimientos de tierra reafirman una y otra vez su control sobre vastas porciones de terreno, de espacio Cada connato sería tan consciente y actuación libre como el hombre. En qué se diferencia entones el espacio del hombre, del ser social? Primero podemos admitir que se diferencia en la actuación, o en admitir que sus formas de dominar son “sofisticadas”, pero realmente solo podemos aceptar que son “particulares”. Aquí el orden social, aquello dicho “universal” como orden, entra dentro de un orden aun mayor, en los axiomas “naturales” en que cada especie de ser es un particular. El dominio burocrático del hombre de un territorio, legislativo, de monopolio de la violencia, no se diferencia demasiado de cualquier otro orden animal, vegetal, físico, geográfico… No es que los hombres hayan huido completamente de la “nomos” natural, de la ley del más fuerte, aunque tampoco se puede decir que su contrato social sea inexistente, de la misma manera en que no se puede decir que sea único en la “naturaleza”.




Todo lo característico del orden social es característico de todo otro orden de cada reino natural ontológico. Por que es, entonces característico? Lo universal que era el orden social es de nuevo particular comparado con el resto de los órdenes, encajado dentro de la universalidad de la naturaleza. La cultura no tiene ningún medio de enfrentarse a la natura. La cultura es natura. La dominación espacial, pero, queda de nuevo como algo abstracto en cuanto a universal, ya que es aquello compuesto por una multitud de perspectivas, salvo que ahora está mucho más enriquecida, con perspectivas provenientes de todos los seres posibles. Limitemos, por nuestro bien, el concepto de dominación al planeta Tierra. Que tiene de antropocénico nuestro tiempo? Que el hombre todo lo controla? Hemos visto que pone en jaque a animales, cuerpos vegetales, que extrae recursos de todos los rincones posibles escondidos dentro de la tierra. Puede que os desastres naturales sigan dominando a los hombres, pero hay ofensivas en las que el hombre parece salir ganando. En esto hay que preguntarse; son realmente el resto de las dominaciones naturales dominaciones? Podemos tomar la vía de negar que esto sean realmente dominaciones y recontextualizar estas “ofensivas” como cooperaciones. Una cooperación que da pie al ecosistema. Lo que caracteriza al hombre es que su ofensiva da pie a todo un nuevo ecosistema. El
Antropoceno es todo un nuevo escenario, nunca visto en lo natural, una dominación a tantos niveles (sobre todo en sus efectos secundarios) que redefine el paisaje en lo absoluto. Pero no pensemos que esta dominación da un triunfo final a la cultura. Por que la cultura es natura. Por que el ecosistema humano sigue siendo un ecosistema, y por qué el orden del hombre es universalmente un orden dado según los axiomas naturales. Los paisajes urbanos, incluso los paisajes cibernéticos son eso, paisajes. Una emulación de lo natural permanece en todo orden. El espacio podrá ser humano completamente, y sin embargo el lugar permanecerá.


Recordando lo que hemos dicho, sabemos que lo cultural no es único en la natura, sus mentalidades, ideas y conceptos, mantienen unos axiomas propios, similar a como cada hombre los mantiene dentro de su orden social, pero se enmarca en un mundo aun mayor, repleto de otros ordenes sociales. Estos ordenes están mentalizados para la dominación, y el hombre parece haberlos dominados a todos. Y dentro de este orden, al no ser aquello “universal”, sales otros ordenes, lo cibernético, lo urbano, lo antropológico etc. La cultura alcanza una organicidad que recuerda a la natura. Por que la natura no es una disposición (orden) concreto de elementos sino su relación.

La dominación del hombre no es entonces nada particular. Algo que nos puede parecer particular seria la dominación de construir. Esto no es algo característico del hombre; hay animales que construyen, podríamos entender los bosques como ciudades de plantas, incluso las montañas como rascacielos tectónicos. En lo único característico, como ya hemos dicho, es en como relaciona el hombre sus elementos. Sus espacios construidos, su concepción particular del dominio, es lo que le distingue. La función de lo construido, lo que se construye, como se construye, habla de la dominación del hombre. A su vez es la manera en que el humano muestra su ingenio y su creatividad, de forma como lo hace, a su manera, cada otro ser en su orden.

Que debemos entender entonces? Debemos comprender que el construir es dominar, y que esta dominación no es una característica que nos sea única. Que el construir es una ofensiva a la vez que una defensa. Que al construir hablamos (no hemos podido tratar al lenguaje, pero debemos comprenderlo como un elemento más de cada orden, particular y universal a la vez) y que muestra lo característico de nuestro orden. El particular, el intermediario de ambas universalidades, es aquello capaz de prestarse a la creatividad por partida triple, pero a su vez no es lo único creador ni creativo.

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