Arquitectura Post-Humana: La función del espacio extra-humano

 

 Arquitectura Post-Humana

La función del espacio extra-humano

Un compendio

En los artículos “Definir, construir, dominar.” y “ ¿Qué es la Dominación?”, nos centramos en la deconstrucción de la dicotomía cultura-natura predominante en casi todos los campos de las ciencias (humanas y “no-humanas”, ver un posible ensayo) desde casi toda la historia de la humanidad. Hemos hablado de las nuevas tendencias que ponen en duda esta separación sujeto-objeto y natura-cultura (el realismo especulativo, la ontología orientada a los objetos y el interesante perspectivismo amerindio) así como elaborado nosotros mismos una reducción al absurdo de esta separación (de esa no existencia de la frontera entre lo natural y lo cultural, una "suspensión de las dicotomías") remarcando la igualdad de los términos en la dicotomía multiplicidad-unidad y particularidad-universalidad (aunque debemos extendernos en algún momento acerca de la inversión que hemos realizado con respecto al termino de “lo-uno” como particular y no como universal). Esa visión que hemos alcanzado (donde la ocupación del espacio (ocupación humana o no) es una voluntad y una intención) del espacio y de su capacidad de abstraerlo de especies no-humanas, nos muestra un paradigma en nuestra teoría, así como representar el paradigma de una nueva problemática que surge de ella. El caso paradigmático de la concepción del espacio para los hombres, aquello de lo que luego vemos surgir todos los problemas de esta suspensión de la dicotomía cultura-natura, es la arquitectura humana.

Para poner esta problemática en términos simples. El perspectivismo amerindio (PA) y la ontología orientada a los objetos (OOO) eliminan la dicotomía cultura-natura, pero solo lo consiguen eliminando uno de los términos: el perspectivismo amerindio da a la realidad un trasfondo humano-cultura; la OOO elimina la cultura al suponer la natura como una ciencia material y natural de la percepción. Nosotros, por el contrario, hemos eliminado ambos al privilegiar la concepción lógica y representativa (la distribución relacional de los elementos como definición). En eso no privilegiamos un análisis científico similar al de la OOO, sino que privilegiamos la comprensión a través de la perspectiva, de forma más cercana al PA. La igual percepción de esta distribución y su participación en la realidad intra-relacional es lo que define la cultura y la natura. Hasta aquí nos mantenemos en la línea del PA. Cuando salimos de ella es al encontrarnos a la concepción del espacio y de la arquitectura humana como paradigma de la concepción y abstracción no humana.

 

Mundi Architecture y dominación humana

La definición de la arquitectura es ya en sí algo problemático, sobre todo entendiéndola desde su perspectiva artística (su derivación en otras artes así como su no inclusión en el arte en su uso cuotidiano). Sin embargo, aquí vamos a entender la arquitectura como técnica más que como arte, a pesar de entender la estética como posibilidad y el arte como gradación (y por ello, la arquitectura cuotidiana puede entrar en el campo de lo artístico). El arte, como la naturaleza y la cultura, es la percepción de una relación cuya particularidad son tanto sus elementos como sus actuaciones particulares (voluntades del connato). La cultura y la natura comparten una disposición u orden similar, aunque difieran en sus elementos, por que se desarrollan de un modo orgánico de forma similar, creando ecosistemas. La definición del arte se da a su vez por esa relación dinámica de elementos. El arte, a su vez, es a lo mejor un caso especial: su perspectiva o su concepción por medio de un sujeto o connato tiene más peso en su definición que en la definición de la naturaleza o de la cultura. Como dijimos, toda definición se basaba sobre todo en tres perspectivas o una sola perspectiva triádica (innata y natural, social y cultural o animal, connativa o individual/particular). Con eso nos referimos a la realidad y reino animal o disposición vital/cognoscitiva relativa. Si acaso en el arte esa perspectiva es más importante por que o bien el conceto de perspectiva, o el de actor/creador o el de espectador sea una parte en sí misma de la relación, o bien lo sea de la misma manera que lo es en otras estructuras (en la disposición natural o cultural) no es ahora mismo relevante. Lo que es relevante es que el arte muestra, por esta definición, nuevos conceptos de definición según los hemos ofrecido: a saber, que toda definición intra-relativa tiene principios motores (voluntades-necesidades connativas) y categorías de movimiento y tendencias de desarrollo (como lo son los géneros artísticos, el proceso de creación y elaboración y las etapas o estilos artísticos). Estos nuevos conceptos son probablemente aplicables a las dos grandes definiciones intra-relativa que hemos dado (la natura y la cultura). Así, bajo la idea de que la observación de un seguido de relaciones podemos determinar el arte, entendemos la posibilidad de la cuotidianidad (y de la arquitectura cuotidiana) de entrar en esta definición.

Pero como hemos dicho, no nos interesa la arquitectura como arte, sino como técnica, y la definición que daremos a la arquitectura es la de “técnica de la creación de espacios funcionales”. “Funcional” es el único concepto de la definición que no hemos explicado previamente (con “creación” aducimos a nuestra definición de arte o técnica, con “espacio”, ver los últimos artículos sobre el concepto de la dominación). Con funcional me refiero a que “sirve un propósito”. A su vez “servir” y “propósito” refieren a su definición. Todo acto debe servir a un propósito, es decir actuar en vistas a un fin. Con funcionalidad entendemos una actuación especifica en un fin especifico de forma “consciente”. Con “consciente” me refiero no a la conciencia humana, sino a la definición del acto del connato, extrapolable a todas las definiciones intra-relacionales. Así, la función es el acto hacia un bien objetivo. Como dijimos, el espacio es una ocupación, y es a su vez una dominación. Esta siempre tiene sentido y voluntad (la “consciencia” funcional), y se realiza siempre que ocupamos. Ocupar es dominar, que es un modo de pensamiento, no el acto en sí, si no su definición en cuanto a relación de elementos de tipo mental/personal (en concreto la premeditación, la abstracción y la actuación). Con esta definición vemos que la arquitectura no es exclusivamente humana. Todos los seres ocupan siempre que existen. En cuanto ocupan de manera a que crean espacios (siempre de forma funcional, debido a la carga psíquica del dominar) cometen arquitectura. No hacen eso solo por el hecho de ocupar, pues al crear conforman una disposición de este espacio (disposición nueva) exterior al ser mismo. Las raíces de un árbol, los nidos, los océanos, las fosas, los planetas, son no solamente formas de dominación, sino de arquitectura.

Lo que nos resta estudiar es si el concepto arquitectura fundamenta un “excepcionalismo humano” que hemos intentado refutar en estos últimos artículos. “¿Cómo podemos pensar eso si acabamos de democratizar por completo el concepto?” nos podemos preguntar, “¿si ya deconstruimos la supuesta complejidad humana a partir de la redefinición intra-relacional, no es acaso la arquitectura humana igual que las demás?”. Ante esta duda se presenta de nuevo el problema del Antropoceno, la dominación completa del ecosistema por el hombre. Ya dijimos que este control humano (que no es tal, pues los hechos meteorológicos y fisio-geográficos del Antropoceno son completamente externos a los humanos en cuanto a funcionalidad) no es la superación de la natura si no su actualización en una nueva definición (una nueva particularidad de elementos con necesidad connativa que repite la relación estructural o ‘ecosistemas’ orgánicos). Pero no dijimos entonces que eso no supera el problema. En el caso de los ecosistemas virtuales o digitales ya vimos que no supone un problema al ser un ecosistema paralelo (aunque no sea verdaderamente tal, como espero que nos sea posible de ver en un futuro articulo), pero el Antropoceno pretende redefinir la realidad como la conocemos. El Antropoceno muestra de nuevo que la dominación humana (espacial en una multitud de significados; física, química, ambiental…) puede ser descrita de forma jerárquica en la definición intra-relacional del mundo. El fenómeno que enlaza el Antropoceno con la arquitectura es la técnica, no como arte sino como tecnología. El excepcionalismo humano se fundamentaría en el uso de medios destructivos, de la técnica, frente a la ocupación vital del resto de seres. En el caso de la arquitectura, el medio es un fin mismo, la ocupación toma el principio de supremacía.

Un claro ejemplo de esto es la comprensión de Heidegger de la arquitectura. Heidegger nos presenta ambas perspectivas: por un lado, la dominación suprematista humana; por el otro, su perdición en la vana idea de su supremacia por encima del resto de la realidad. En Construir, habitar, pensar, Heidegger se cuestiona la funcionalidad de la arquitectura moderna. A lo largo del pensamiento de Heidegger la pregunta por la técnica ha terminado dando la respuesta de que la técnica ha acabado dominando al hombre y no a la inversa: nos hemos sumergido en un medio como si fuera un fin mismo. En el caso de la arquitectura, el medio que es construir ha sido separado de su fin, el habitar (pese encontrarse implicito en este), para convertirse en la mera construcción de espacios humanos que resultan en construcciones inhabitables, en un desarraigo permanente. Heidegger dice que hemos olvidado como habitar, algo que va mucho más allá que la construcción: “Estas construcciones albergan al hombre. Él reside en ellas y, sin embargo, no habita en ellas. […] El construir no es solo un medio y una forma de habitar. El construir es en sí mismo un habitar”. El habitar es el residir y el ocupar, es el ser. Por un lado, Heidegger define la técnica del construir: construir es crear espacios. Pero el espacio no es algo que ya este ahí, sino que es creado una vez hemos construido: “Solo aquello que en sí mismo es un lugar (Ort) puede conferir espacio (Raum) a un emplazamiento […] el lugar surge solo por la presencia del puente mismo […] solo las cosas que son lugares de esta manera confieren espacios”. El espacio y el lugar son creados a posteriori, porque ya antes había un espacio, pero un espacio no-humano, habitado por la diversidad de seres. Para Heidegger, habitar es convivir, puesto que cuando somos en sí mismo ya estamos habitando (“El hombre es en la medida en que habita”). El construir es erigir sobre nuestro ser, que ya está presente. Y lo más importante, erigimos encima de otros seres precedentes. Ese convivir se da en el cruce de intencionalidades, de necesidades y de seres de la realidad, que Heidegger identifica con la cuaternidad (das Geviert): los dioses, los mortales, el cielo, la tierra. La realidad de define por ser creada a través de la relacionalidad de estos cuatro elementos, de forma similar a como nosotros hemos demostrado como la realidad se crea a partir de la definición intra-relacional que hacemos de ella. Recordar como habitar significa entender de nuevo que el construir lleva intrínsecamente un fin, que es el fin de respetar la habitabilidad de aquel que construye, aquel que reside, y aquellos que ya residían ahí: “La esencia del construir es el dejar habitar”. Así, el hombre es “excepcional”, sí, por que es él el que debe entender que no debe ser excepcional por su propio bien y por el de su entorno. La extrapolación con el caso del Antropoceno no podría ser más explícita: estamos convirtiendo esta “casa común” (nostram communem domum) en un espacio inhabitable. Nuestra excepcionalidad no es tal, en eso reside el post-humanismo, no en entender que es a partir de la técnica y del progreso que somos algo superior a nuestro ser anterior, sino que somos un género más allá del estipulado como humanismo (la idea renacentista del hombre de Vitrubio, como apunta Haraway). La pregunta no es “¿soy yo humano?” sino “¿soy yo la humanidad?”. No, no lo somos. No somos el predicado de un sujeto ideal o un reflejo deformado de un semidios. Nuestras necesidades connativas conjuntas y nuestras intra-relaciones nos definen como género, pero no como suposición conceptual, es decir, como aspiración de solo una parte de esa “humanidad” (sea la europea dominadora, sea cual sea). Lo que superamos en el post-humanismo no es la carne sino el concepto. Por que no es solo que nuestra técnica no sea excepcional, es decir, no sea una excepción (al menos sub aespecia aeternitatis), sino que nos ha cegado como si ella fuera el fin mismo.

 

Propuesta para una arquitectura post-humana

¿Qué es, entonces, una arquitectura que pretenda recordar que construye encima de una casa común? Harman piensa que es una arquitectura que debe ser respetuosa con los propios objetos que la constituyen y que la conforman, así como los que ‘habitan’ dentro de ella, y también el respeto con el entorno natural. Pero como hemos visto, la arquitectura va más allá que el edificio; es la manera en que habitamos y que somos, como dice Heidegger, pero es además funcional, de forma ‘humana’ (política) y de forma ontológica (el entorno que conforma la realidad mediante relaciones). La respuesta a una verdadera arquitectura respetuosa será la arquitectura “post-humana”: Lo “post-humano” es, efectivamente, lo que va ‘después de la humanidad’. Pero no debemos entender "la humanidad" como el conjunto total de humanos sino el concepto del “excepcionalismo humano”. Los humanos existen, la humanidad no. Siguiendo las deducciones anteriores, a la capacidad abstractiva de todo ser, a la ocupación como dominación no jerárquica, debemos ceñirnos a la idea del “espacio no jerarquizado”: “Si todo es algo, el particular es algo, es parte del todo. Un todo no puede estar en conflicto con sus partes. Lo que debemos plantearnos es una concepción de la totalidad del espacio como algo no-jerarquizado. La tarea de la arquitectura post-humana será pues construir edificios o conjuntos de edificios habitables para humanos pero también para el resto de los seres, entendiendo que el espacio es algo creado a posteriori, nacido del 'cruce' (kreuzung) en el ‘medio’ (mitte) o en el ecosistema. La arquitectura tomada bajo un nuevo significado debe entenderse como ese respeto, esa dominación no-jerárquica en ese espacio no-vacío. El respeto con el que se construye esta nueva arquitectura debe ser orientado a tres partes: respetuoso con nosotros mismos (construir algo habitable, rehuir el desarraigo), respetuoso entre los humanos/la comunidad, y respetuosa con los otros seres. De estos tres elementos, que no se encuentran aislados, se toman ideas para tratar de unos a otros: la posibilidad de una abstracción espacial del espacio (con respecto a otros seres) debe ser aplicada en el respeto a la comunidad, y la concepción política y funcional de la arquitectura comuna, así como la concepción cultural de la emoción y del respeto, debe ser aplicada al resto de los seres.

 

Arquitectura y anarquía

La arquitectura entendida como hecho presente es un paradigma político. Se podría argumentar (no solo por nuestra definición del ‘ocupar’) que la dominación del espacio es el eje motor de toda acción, orden y sistema político. Y debajo de esa lucha por la tierra, subyace la idea de la propiedad. No me andaré con rodeos, una arquitectura que se suponga respetuosa con ‘el genero humano’ (y no “la humanidad”, que como hemos visto es una idea política excluyente a la vez que un universal más bien falso) debe ser una “arquitectura anárquica”. La arquitectura anárquica es aquella que no se construye alrededor de un sistema centralizado o estatal que se base en principios motores externos al fin de aquel que construye (ya sean principios capitalistas, estatistas o de cualquier tipo). Una arquitectura anárquica comprende que el espacio debe ser ocupado sin vistas a la propiedad y al respeto con el genero humano. Hoy en día, la oposición entre estas dos arquitecturas es más palpable que nunca. Es la motivación detrás del texto de Heidegger, quien pretende oponerse al estilo internacional de la “carta de Atenas” y a una reconstrucción de la Alemania de posguerra en clave de funcionalidad capitalista. La arquitectura anárquica no es aquella que nazca sin previsión (de hecho todo lo contrario), sino que el sentido ‘caótico’ de lo anárquico debería ser atribuido a su contrario, a esta ‘arquitectura funcional’ que, verdaderamente, de funcional no tiene nada. Es la creación en base a la explotación predicha, los suburbios, las macro-ciudades, los bloques soviéticos, los ‘malls’, una arquitectura de expansión y conquista, dispersa (fig. 1). No es una arquitectura de la funcionalidad sino del desprovecho. Frente a esto, la arquitectura post-humana debe entender que para ser respetuosa consigo misma debe articularse bajo un concepto ‘autárquico’ de la edificación comunal. Empezando por una recomprensión y reconstrucción sobre una nueva planta (la comunidad reducida) debe entender que el principio autárquico debería gentrificar las necesidades, no expandirlas en modulos distantes, pero a la vez, dejar respirar los edificios y el espacio, no saturar. Debemos alzarnos contra las grandes urbes, capital del desperdicio, de trabajos basura y para pasar el tiempo y consumismo vacío. No propongo con esto a ver un argumento productivista contra estas construcciones, pues no todo debe ser calculado bajo nuestro raciocinio para ser provechoso. Simplemente debemos entender la funcionalidad bajo una nueva perspectiva, rechazando profundamente el concepto de funcionalidad de mercado. La construcción bajo una perspectiva del espacio no jerarquizado daría pie a esta arquitectura anárquica donde se entenderán las necesidades de la comunidad como prioritarias ante las necesidades del mercado. Sera esta una arquitectura basada en un ‘urbanismo compacto’, donde el espacio no tome prioridades, contra la arquitectura del ‘urbanismo zonal’, que pretende dar al espacio una funcionalidad única sin tener vistas al verdadero uso de sus sujetos comunitarios. La jerarquía e importancia del urbanismo zonal se describía a partir de relaciones de poder en base a la propiedad (fig. 2). Lo que suponemos en una anarquía urbana es una pérdida del sentido jerárquico del espacio según la propiedad, y ganamos una perspectiva verdaderamente funcional y realista de nuestras necesidades sobre el espacio. Lo que ganamos en ultima instancia, es el respeto a nosotros mismos.

Pero ¿qué quiere decir “La arquitectura entendida como hecho presente”? ¿Acaso se puede entender la arquitectura como un hecho no presente?. A mi parecer, puede existir una arquitectura orientada al respeto de no únicamente lo presente, sino también a lo pasado y, más importante aún, a lo futuro. Un paradigma de ello es la “arquitectura amenazante”. Esta es un seguido de aparentes monumentos monolíticos que sirven una función de comunicación extralingüística para futuros humanos. ¿Para que quisiéramos plantearnos algo tan complejo como suponer el modo de comunicación más optimo con humanos de un lejano futuro? Es la mejor opción que se plantea el gobierno de los Estados Unidos para alertar a posibles humanos que vagaran alrededor de cementerios nucleares en Nuevo México. Siguiendo un principio de ‘arqueología inversa’, un comité pensó en como la mentalidad europea ha operado en yacimientos arqueológicos, y calcularon la mejor forma de hablar intuitivamente con supuestos humanos para alertar del posible peligrosa que suponga para ellos el exponerse a la radiación de la fosa nuclear. La manera en que se ha creído que podemos mandar un mensaje solamente a partir de la arquitectura es muy interesante. Se supuso que podría ha arquitectnoicas són más fascinantes, siguiendo las ilustraciones de Mark Brill. Intentando apelar a formas inconscientes del miedo y de la alerta, imaginó campos de picas (fig. 3), auténticos bosques de púas, pirámides con formas desiguales para apelar a la lejanía (terraplenes amenazantes o “menacing earthworks”, fig. 4); se apela a lo inhóspito del lugar, a intentar que aparezca como inservible, utilizando fosas de escombros que por un lado dificultan su acceso y por el otro intentan apartar la atención del sitio; Un seguido de bloques irregulares deberían atacar nuestras nociones geométricas de harmonía para ahuyentar; a su vez es una arquitectura incompleta, que pretende ser sellada en el futuro, con espacios donde se facilita el escribir en caso de que los nuevos visitantes decidan escribir en sus idiomas acerca de los peligros del sitio. Esta puede que sea la verdadera arquitectura post-humana: una arquitectura que se plantea o que existirá después de nosotros y de nuestros desastres y errores, pero que se plantea como puede resultar funcional en cuanto a lo respetuoso. Y en este caso, lo más respetuoso es el construir una amenaza monolítica hacia todo aquel que se acercara. Pretende ser un Ozymandias lucido, que nos habla de lo que hemos construido, siendo conscientes de que nuestra grandeza no es nada, de que nuestra excepcionalidad no es más que algo pasajero, y que preferiríamos que dejaran nuestras runas en paz, por nuestro bien y por el suyo.

 

Hospitalidades

Al proponer el término “arquitectura post-humanista” en el mundo teórico, filosófico y técnico de la arquitectura, la mayoría de los autores han abogado por el uso más común de “post-humanismo” (la transición a un estado ‘superior’ de la humanidad en base al progreso tecnológico) en vez de nuestra propuesta del término. Así, en los pocos tratados donde se empieza a plantear el futuro de la arquitectura, lo que se pone a debate es que un sujeto post-humano, cíborg incluso (en el sentido convencional y no en el de Haraway) habitará estas nuevas construcciones, que uso de tecnologías será la más óptima para ello (como el uso de la IA, ver la Church of AI) y que materiales, como sobrevivir a condiciones meteorológicas más inhóspitas a causa del cambio climático… No obstante esta ceguera frente al verdadero futuro del concepto del humano, si hay propuestas que postulan el respeto al medio como el verdadero desarrollo a tomar en el campo de la arquitectura, sobre todo los planteados por el deconstruccionismo de Zaha Hadid o la arquitectura orientada a los objetos de Graham Harman y Wiscombe. Edificios como la opera de Tokio, el Heydar Aliyev Center, Le Fresnoy…(Castro, 2020). Solo hay un problema con estos edificios: pese a ser supuestas “odas al objeto”, espacios donde los objetos toman un primer plano ontológico y donde supuestamente se les da un espacio propio para no subyugarlos al uso humano, estamos poniendo un pedestal al “objeto humano” (como es el caso del Museo Perot/Morphosis, fig. 5). Como dijimos, nosotros nos ceñimos más a la propuesta del Perspectivismo Amerindio que a la de la Ontología Orientada a los Objetos, y como tal, pensamos que una verdadera igualdad de seres pasa por la eliminación del concepto de “objeto”. ¿A clase de objetos son respetuosas estas construcciones? Debemos criticar estas construcciones por el hecho de entender el respeto a la pequeña escala de los materiales de construcción, cuando el verdadero objeto de respeto (el espacio) sigue siendo ocupado vilmente. El espacio debe ser considerado a través de la funcionalidad y de la jerarquía: es decir, debe entender que es una arquitectura con una faceta multifuncional (que cubra más de una necesidad) y que debe ser respetuosa en el espacio mismo como multi-perspectivo. Este ultimo paso es crucial por que involucra uno de los problemas más intrincados y longevos de la arquitectura: el respeto al paisaje.

Así pues, dos problemas se plantean a la hora de construir de forma verdaderamente post-humana: el cubrir necesidades fuera del antropocentrismo y el respeto al paisaje. Para la primera propuesta (así como la segunda) se nos ofrece una respuesta técnica. Un edificio que sea respetuoso con las necesidades de su ambiente debe comprender por entero su entorno, su fauna, su flora. El construir de forma no jerárquica representa el dominar un espacio con una necesidad entendiendo las demás. Así pues, debemos incorpora las necesidades del ecosistema que lo permiten mantenerse como tal. Un ejemplo es la performance “The Birds and the Bees” (fig. 6). Pensemos en un lado como el ocupar espacialmente y alterar su constitución material puede dañar el desarrollo vital de muchas especies: un caso es el uso de superficies de cristal u otras que impiden el paso aéreo de pájaros. En una manera más general, la puesta en peligro de las abejas presenta una de las amenazas climáticas más importante ante todas las especies animales de la Tierra. Hay una respuesta arquitectónica a ambos problemas: el uso inteligente y diverso de los materiales y el espacio, así como no ser soberbios en nuestra ocupación para no impedir movimientos animales, pero también que la arquitectura se adapte a las necesidades vegetales de tales animales con la incorporación de elementos vegetales y espacios animales, o elementos simbióticos como la apicultura llevada a un terreno urbano, útil tanto para las necesidades humanas como animales y vegetales. La interpretación multifacética de nuestros edificios no es solo ayudar al resto de seres sino también a nosotros mismos.

Descola se plantea en Más allá de la cultura y la natura la verdadera naturaleza del paisaje. A mi parecer, Descola entiende el paisaje como un pragmatismo humano, la subordinación de la diversidad y espacio natural a la soberbia humana ya sea estética o funcional. Para mí, este entendimiento del paisaje es volver a entrar en la dicotomía cultura-natura: el paisaje es un concepto cultural al mismo tiempo que natural, puesto que el paisaje sirve como sirve el espacio y el medio, el paisaje es la imagen dada del cruce de identidades y necesidades. Pensar que solo los humanos pueden percibir el paisaje es antropocéntrico, puesto que, ¿cómo sabemos que no hay maneras no-humanas de delimitar espacios “naturales”? Así, el concepto no debe ser eliminado, sino entendido de nuevo bajo nuestro concepto post-humano. El paisaje vendría a ser una faceta más del espacio, y como tal, campo libre para la intersección y la cosmopolitica ontológica. Así, en nuestro entendimiento de una arquitectura respetuosa, debemos recuperar, por fin, el uso respetuoso de la arquitectura con el paisaje. Pese a ser uno de los supuestos más claros de la mayoría de las escuelas de arquitectura del siglo XX y XXI, reservando la experimentación a los núcleos urbanos, donde sus paisajes suelen ser más acogedores para las proposiciones organicistas y objetivistas, e intentando mostrar usos respetuosos de la arquitectura moderna en espacios natuirales (solo hay que ver la famoa Casa Kaufmann), es justo esta experimentación la que aparta la posibilidad del respeto al paisaje. En nuestra teorización de una arquitectura anarquica se suone una descongestion de los núcleos urbanos, que dejaran estos experimentos desfasados al encontrarse con un nuevo paisaje. Veamos la comparativa entre las casas de campo catalanas, castellanas o andaluzas, con su uso autoctono de materiales, se mimetizan con el entorno. Comaremoslo con el sueño roto de las grandes construcciones inmobiliarias en toda España aparecidas en Ruinas modernas de Schulz-Dornburg (fig. 7). El contraste no podría ser más claro, pero a la vez nos hace preguntar que es lo que lo hace tan disonante. Y es que no quiero plantear solo una critica al terrorismo paisajístico, sino que de acorde con el concepto de definición que hemos dado, la definición de un paisaje nunca es fija ni se detiene una vez llega la “cultura” humana. Podemos innovar en el paisaje, podemos crear de nuevos (paisajes urbanos, cibernéticos). Aquello que no podemos hacer es sustituir por entero, por que nuestra sustitución no es completa. La creación no es la dominación en el sentido parasitario, eso ya lo hemos visto. Siguiendo a Heidegger y a nuestras propias conclusiones, sabemos que el dominar es crear un espacio, no ocupar uno vacio. Quiero presentar, en definitiva, el concepto griego que Vitrubio expone en su tratado clásico de la arquitectura, la “Xenía”, la hospitalidad, como una virtud media, frente a la nada y frente al todo “humano”. Hacer habitable el espacio que creamos, esa debe ser nuestra máxima. La Xenía debe presentarse como el punto medio entre “preservar” y “crear”. Nos tenemos que adaptar a las formas de vida precedentes en la misma medida en que estas se adaptan a nosotros. Por que la naturaleza no es algo estable, sino que son un seguido de relaciones en constante redefinición. Como el arte, tiene principios motores y desarrollo. Pensemos en que creamos espacios, no objetos, y que respetamos seres, no objetos. Estamos, en definitiva, construyendo encima de los ecosistemas a la vez que somos uno.

 

Una conclusión

Llevando hasta el final la idea de Heidegger, no existe tal cosa como el ‘espacio humano’, como tampoco existe ningún espacio ocupado por ninguno de los reinos animales u otros seres ontológicos. El espacio se crea en la intersección de construcciones en el ecosistema. El espacio es siempre común, nunca es una plataforma vacía para nada ni nadie. Como toda la realidad, se define una vez se han establecido las relaciones entre sus elementos particulares. Dice Heidegger que la esencia de las cosas se establece más allá de su propio ser, en la relación con otros seres: “El limite no es el punto en el que termina una cosa, sino -como bien sabían los griegos- aquello a partir de donde una cosa inicia su esencia”. La identidad es una acción relacional. Sea esta relación das Geviert u otro orden, el dejar habitar en el construir es aún más claro cuando se comprende que el espacio es creado después de construir, no antes. La arquitectura es la técnica de la creación de espacios. Estos espacios son funcionales, pero, ¿funcionales para quién? En esta cuestión nos hemos detenido para comprender los abusos de la técnica humana (que no de “la humanidad”, como ya hemos visto). El “espacio funcional” es, en verdad, una obviedad. Todo espacio es funcional, pues nace de la intersección entre dominaciones o intereses aplicados de diferentes seres. La imposición no existe realmente en la ocupación o en la dominación. ¿El uso de ella como tal es un fenómeno exclusivamente humano? No. Lo que no ha ocurrido es que nos hemos cegado en nuestra propia perspectiva, en vez de recordad la tríada. El Antropoceno o la dominación técnica humana no es ninguna etapa final. Cada ser olvida en algún momento la equitación de las funcionalidades en el espacio (como la caída de los meteoritos, las plagas animales o bacterianas, las catástrofes geográficas…). El Antropoceno no es sino otro olvido, y como tal, debe ser recordado el como habitar, como dice Heidegger. El hombre no es un Homo-destructor, o al menos, no siempre. Lo que no se nos debe olvidar es que nuestro tiempo nos ha cegado frente al tiempo no es solamente cósmico sino de cualquier otro ser (animal, bacterial, geográfico…), cuya perspectiva influye tanto en nosotros como la misma propia. Nuestra dominación, ni es total, ni es infinita. Por nuestro bien (por “la humanidad”) y por el resto de los seres, debemos recordar el construir y el habitar, y de forma más latente, el recordar como ocupar y como dominar. Ocupar es dominar, pero no es imponer una necesidad, sino entrar en un entretejido de intenciones que crear precisamente el espacio y la realidad. Eso debemos recordar.

 

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Figura 1: Plano de urbanismo modeluar o funcional, en https://www.re-thinkingthefuture.com/rtf-architectural-reviews/a4789-theory-in-architecture-athens-charter/



 

https://www.re-thinkingthefuture.com/wp-content/uploads/2021/08/A4789-Theory-in-Architecture-Athens-Charter-Image-15.jpeg
Figura 2: Urbanismo funcional y urbanismo 'futuro', Íbidem




 
Figura 3: Spike field de Mark Brill





 
Figura 4: Menacing earthworks de Mark Brill




 
 
Ver las imágenes de origen
Figura 5: Museo Perot





 
Figura 6: Instalacion de "The birds and the bees", en https://www.pca-stream.com/en/articles/ariane-lourie-harrison-posthuman-architecture-119#:~:text=I%20taught%20a%20series%20of,our%20recognition%20of%20our%20role
 
 






 
RUINAS MODERNAS. Una topografía de lucro. | Sobre Arquitectura y más |  Desde 1998
Figura 7: Ruinas modernas de Schulz-Dornburg
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 




 

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